El Golpe de Estado del 10 de marzo de 1952, dirigido por Fulgencio Batista, derogó la Constitución de la República vigente desde 1940 y estableció una dictadura feroz.
Esto marcó un punto de desviación en Cuba y una compleja situación en el orden económico, político y social, además la expansión de los Estados Unidos por las Américas, mantenía a la Isla en su punto de mira.
Las consecuencias tuvieron su mayor repercusión en el plano político porque contribuyeron a crear una situación revolucionaria en toda aquella aguerrida juventud, que despuntaba con profundos intereses patrios.
El entonces joven revolucionario Fidel Castro, con su vasta preparación política puso al desnudo las verdaderas intenciones del disturbio, denunció sin rodeos a su cabecilla y encontró el camino justo para combatir con éxito a la tiranía, desencadenar la insurrección armada popular.
Con la lucha armada Fidel trazó su estrategia de lucha; tenía bien definido que ni pueblo sin armas, ni armas sin pueblo. El pueblo es el alma de la revolución.
El golpe de Estado del 10 de marzo de 1952 significó el surgimiento de una generación política con un nuevo líder, Fidel Castro Ruz.
Los cubanos de hoy levantamos las ideas para recordar a aquellos que cayeron combatiendo a la dictadura desde lo más intrincado de nuestras montañas hasta las ciudades, para hacer realidad las conquistas de la Revolución. (YDG)