Perenne vigencia de la Protesta de Baraguá.

En la historia de Cuba ha quedado la trascendencia de la Protesta de Baraguá, como uno de los hechos más significativos de la guerra y como expresión genuina de la entereza de Antonio Maceo y del pueblo cubano.

La voz de Antonio Maceo, el insigne hijo de Santiago de Cuba que el 15 de marzo de 1878 habló por todos los cubanos dignos, se ha multiplicado de siglo en siglo para mantener la intransigencia revolucionaria enarbolada como bandera aquel día en que nació su viril protesta.

Ese entrañable pedazo de suelo patrio escogido para tan gallardo episodio, Mangos de Baraguá, enaltece su gloria y su honra cada día íntimamente relacionado con un hecho político trascendental en la historia Patria.

Simboliza el arraigado sentimiento patriótico del pueblo que juró no ponerse nunca de rodillas, tras las huellas de las tropas mambisas y del Titán de Bronce, quien supo erguirse y adoptar una posición que salvó moralmente la Revolución.

En esta página importantísima del bregar revolucionario resalta la figura de Maceo no solo como militar, antiesclavista y luchador tenaz por la libertad de la Isla, sino también como el político brillante en que se convirtió, el hombre que tenía tanta fuerza en la mente como en el brazo.

Al entrevistarse el Mayor General del Ejército Libertador con el General español Arsenio Martínez Campos, máxima autoridad colonial en la ínsula, le manifestó su inconformidad con deponer las armas sin alcanzar la independencia y la erradicación de la esclavitud, dos sagrados objetivos por los que tanto se había guerreado.

Gracias a tan altruista postura y a ese suceso valiente, oportuno y firme se consolidó el pensamiento revolucionario cubano y reafirmó la decisión y el compromiso de volver al campo de batalla para conquistar la libertad con el filo del machete.

Han transcurrido 142 años de la Protesta de Baraguá, “lo más glorioso de la historia de Cuba”, como la calificó José Martí, y su herencia tiene plena vigencia como única respuesta posible ante el bochornoso Pacto del Zanjón en aquel momento, que hoy sería ante cualquier injerencia que intente menoscabar la soberanía nacional.

No queremos paz sin independencia, fue la sabia advertencia de Antonio Maceo, quien dejó un legado imperecedero para las nuevas generaciones de cómo hay que defenderse para ser verdaderamente dueños de su destino.

Los genuinos cubanos han aprendido bien esa útil lección que precisa ser asimilada por quienes se someten, socavan su soberanía, vulneran los principios y claudican ante las presiones del imperio. (YDG)

Yarisleidys Domínguez

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