Una república nueva, como quería Martí con todos y para el bien de todos. Foto: ICRT

Tras un reposo turbulento volvieron a tronar los fusiles y a sonar los machetes redentores. Era el día 24 de febrero de 1895, casi concluía el mes, mas renacía el germen independentista y libertario en una guerra, más que nunca necesaria.

Nuevamente se escuchó en los campos del oriente cubano el trepidar de las armas mambisas y los gritos de ¡Viva Cuba libre!

La paciente y minuciosa labor organizativa de José Martí, al frente del Partido Revolucionario Cubano (PRC), permitió el reinicio de la lucha necesaria del pueblo cubano por conquistar sus derechos de libertad y soberanía.

La nueva página de nuestra historia guerrera se iniciaba como resultado de la unión de voluntades entre los patriotas del exilio y los conspiradores en el país.

La epopeya fue prestigiada por nombres, según refiere el historiador Aldo Daniel Naranjo, como el de Bartolomé Masó, Jesús Rabí, Esteban Tamayo, Saturnino Lora, Florencio Salcedo, José Reyes y Dominador de la Guardia.
Ellos y muchos más salieron, este glorioso día, como feroces titanes a los campos de batalla.

Entre los jefes mambises primaba el criterio que las armas que no poseían se las quitarían a los españoles.

Martí, principal organizador, anhelaba una guerra rápida para que hubiera el menor número de víctimas, y sin odio hacia el español honorable y respetuoso de Cuba.

Pero bien claro dejó en el Manifiesto de Montecristi, su programa de lucha: “La guerra no es (…) el insano triunfo de un partido cubano sobre otro, o la humillación siquiera de un grupo equivocado de cubanos; sino la demostración solemne de la voluntad de un país harto probado en la guerra anterior, para lanzarse a la ligera en un conflicto sólo terminable por la victoria o el sepulcro”.

Mediante el enfrentamiento bélico se alcanzaría la independencia, y esta haría posible la fundación de una República nueva, como quería Martí “con todos y para el bien de todos”.

A 125 años de aquella gesta, del acontecimiento el reto es mantener vivo ese pasaje trascendental de la historia de Cuba, para que perdure en la memoria colectiva del pueblo cubano. (IVP)

María Elena Fernández Ruiz

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