Cuba: El Día Mundial de la Alimentación, que se conmemora el 16 de octubre, se celebra actualmente en más de 150 países. Se trata de una fecha importante, porque constituye una oportunidad para concientizar a la opinión pública sobre cuestiones relativas a la educación nutricional y la alimentación.
En este año dos acontecimientos, uno positivo y otro negativo, marcan la fecha en Cuba: el positivo es la aprobación por el Consejo de Ministros del Plan SAN, o Plan de Soberanía Alimentaria y Educación Nutricional, que ya comienza a implementarse en todo el país, publica el periódico Granma.
El negativo es la pandemia de la COVID-19, que Cuba ha enfrentado con su amplia red de protección sanitaria, lo que ha limitado el número de víctimas fatales, mientras el país avanza en la búsqueda de una vacuna eficaz, la Soberana 1.
El Consejo de Ministros de Cuba aprobó el 22 de julio el Plan Nacional de Soberanía Alimentaria y Educación Nutricional, primero de su tipo en la historia del país.
El ministro de la Agricultura, Gustavo Rodríguez, aseguró que se sustenta en la capacidad de la nación para producir alimentos de forma sostenible y dar acceso a la población a una alimentación balanceada, nutritiva e inocua, reduciendo la dependencia de medios e insumos externos, con respeto a la diversidad cultural y responsabilidad ambiental.
Durante la reunión, el Presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez, insistió en la necesidad de fortalecer el trabajo en los municipios, «porque todo lo que hagamos tiene que tener una articulación en ellos».
Representantes de 22 ministerios, 11 grupos empresariales, 25 entidades de ciencia, tecnología e innovación, diez organizaciones de la sociedad civil y cinco organismos internacionales trabajaron durante más de un año en la preparación del Plan SAN, el cual incluye antecedentes, diagnóstico, metodología, marco conceptual y un plan de acción que contempla la sinergia entre esfuerzos nacionales y la cooperación internacional.
La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) acompañó la formulación desde el punto de vista metodológico y sobre la base de las experiencias en la construcción de planes de seguridad alimentaria en la región, en el marco del programa, cofinanciado por la Unión Europea, Impacto, resiliencia, sostenibilidad y transformación para la seguridad alimentaria y nutricional, y con la colaboración de Oxfam Internacional.
Este proceso se nutrió de más de una decena de talleres, encuentros y consultas intersectoriales, así como de propósitos ya definidos en otras estrategias y programas sobre producción de alimentos de manera sostenible.
Entre los temas estratégicos identificados se encuentran: disminuir la dependencia de las importaciones de alimentos e insumos; garantizar la calidad e inocuidad y disminución de las pérdidas y desperdicios de alimentos; consolidar los sistemas alimentarios locales; y movilizar los sistemas educacionales, de la cultura y de la comunicación para fortalecer la educación alimentaria y nutricional.
El informe de la ONU, divulgado el 13 de julio, expresa que el infierno del hambre hoy alberga a 820 millones de seres humanos. A ese número se podrán sumar más de 270 millones hasta fines del año.
Dos mil millones de personas sufren de inseguridad alimentaria, o sea, no tienen un acceso regular a alimentos nutritivos, en calidad y cantidad suficientes. El aumento del hambre y de la inseguridad alimentaria en este año se debe a la desaceleración de la economía global debido a la pandemia, agravada por las restricciones impuestas a la circulación de mercancías y personas, lo que ha hecho crecer el índice de desempleo.
En nuestro continente no faltan alimentos. Falta justicia. Hoy día, 84 millones de niños en América Latina y el Caribe dependen de la escuela para acceder a una buena alimentación. De ellos, diez millones solo ingieren una comida mínimamente nutritiva gracias a la merienda escolar. Ahora el virus los aleja de la escuela y los acerca al hambre.
Otra gran paradoja de nuestro mundo actual es que no solo aumenta el hambre. La obesidad se ha convertido en una plaga que azota por igual a países ricos y pobres. Es una amenaza globalizada.
El Plan SAN apunta que es necesaria una revolución cultural y ética que sustituya la lógica del «libre mercado» por la del compartir y de la paridad de derechos, que es la realizada por Cuba. (BSH)