Mayabeque, Cuba: No se sabe lo que se tiene hasta que se pierde, dice un conocido refrán que hace referencia a lo poco que valoramos los seres humanos lo que poseemos, hasta que por alguna razón ya no está.
Y pienso en ello en esta mañana, mientras camino al trabajo y me sorprende la cola de la tienda, la de la panadería, la de la parada de la guagua… en fin, una lista interminable de aglomeraciones donde la gente parece olvidar que el haber pasado a la fase de la nueva normalidad, no es sinónimo de confianza y de irresponsabilidad, aún convivimos con una enfermedad llamada COVID-19 y puede matar.
Los medios de difusión llevamos más de siete meses repitiendo hasta el cansancio la necesidad de usar el nasobuco, de distanciarnos al menos un metro y medio unos de otros, de evitar los besos, los abrazos… y a muchos, como decía mi abuela, eso les entra por un oído y les sale por el otro.
No valen de nada los esfuerzos del estado, los desvelos de nuestros trabajadores de la salud por evitar la propagación del nuevo coronavirus, si cada uno de nosotros, desde lo individual no entiéndela necesidad en estos tiempos más que nunca de ser responsables.
Muchas veces los seres humanos nos creemos inmunes a todo y la poca percepción de riesgo nos lleva a creer que estamos a salvo de cualquier mal, pero la COVID-19 ha demostrado que en eso estamos muy equivocados, y si no me cree deténganse solo unos minutos a analizar las cifras que registran los contagios y muertos en el planeta a causa de la enfermedad.
Solo un vistazo rápido a estas estadísticas será suficiente para percatarnos de cuan vulnerables somos en realidad y lo poco que nos cuidamos y cuidamos a los nuestros, aunque a veces pensemos lo contrario.
El SARS COV 2, virus causante de la COVID-19, posee una alta transmisibilidad y es en extremo peligroso para nuestra salud e integridad, es por eso que se hace necesario aumentar la responsabilidad, al menos para mí una palabra que cobra por estos días más importancia que nunca.
En todo eso pienso esta mañana, mientras vengo al trabajo y observo preocupada a todos esos incumplidores que sin duda no valoran ahora mismo lo que tienen, ojalá que cuando se den cuenta que nada vale más que la vida, no sea demasiado tarde. (YDG)