Al cañonazo de las nueve, símbolo de los habaneros, se unió desde el 11 de marzo otro aviso que trascenderá como el primero, a consecuencia de lo hermoso y humano de su origen.
Desde los balcones, portales, jardines y televisores la ola de aplausos se encadena a través de mares y continentes en solidario mensaje para quienes en medio del miedo, la soledad, la incertidumbre y la lejanía luchan por la vida de sus semejantes.
Es el aplauso agradecido que viaja gigantesco, magnánimo, desde la gran ciudad o desde el más sencillo de los barrios como el mío. Algunos con el comprometido mensaje familiar a la esposa, la madre, la hija o la abuela.
Otros como yo baten palmas como un abrazo nacido en el alma desde la distancia a este ejército de ángeles terrenales y cubanísimos vestidos de batas blancas, armados de termómetros y de sueños.
Lo hice anoche en la víspera de este 3 de diciembre, Día de la Medicina Latinoamericana y Aniversario 187 del natalicio de Carlos Juan Finlay, prominente epidemiólogo cubano.
Junto al eminente profesional homenajearemos a ese Ejército de Batas Blancas, quienes llevan al mundo su mensaje de amor, de ciencia y de solidaridad.
A las nueve con la gente de mi barrio aplaudiré como cada noche, pero aún más fuerte en honor a esos héroes que en tiempos de agresiones imperiales, de difusión de matrices de opinión contentivas de falsedad, en medio del miedo que los hace más humanos, saturados de inquietud y dudas de la incomprensión que siembran aquellos que no soportan la luz y los convierten en el blanco del odio irracional, persisten obstinados en su obra de amor a favor de la vida. (BSH)