Mayabeque, Cuba:Camilo Cienfuegos Gorriarán nació en la capitalina barrida de Lawton el seis de febrero de 1932.

“Todos los niños juegan, dicen algunos, todos son inocentes y graciosos, todos hacen travesuras, porque ello va con esa etapa de la vida”, sostienen otros.

De esa etapa, recordaba su padre: “Camilo fue un niño alegre, jaranero, sociable. No creo que existiera en el barrio un muchacho que no fuera amigo de él. Pero cuando te digo esto, también quiero que sepas que cuando el momento lo requería, era muy serio”.

Según su amigo de la infancia José Antonio “Tato” Rabaza, Camilo fue distinto a sus hermanos. “Sin duda, tuvo un carácter más travieso que los otros; y no solamente más travieso, sino más rebelde. De pequeño, el que más se fajaba era Camilo”. “No obstante, preciso es señalar que solo acudía a los puños, cuando él o alguno de sus íntimos eran objeto de grave ofensa o ultraje”.

Esos rasgos, detalles, actitudes, influjos, que individualizan a algunos destinados a trascender los elementos distintivos comunes, para proyectarse como seres excepcionales, llamados a ser personalidades destacadas y hasta héroes excelsos de la Patria; el Señor de la Vanguardia era uno de ellos.

Su vocación patriótica estaba a flor de piel. Su maestro Rodolfo Fernández contó que, como era habitual en todas las escuelas, cada 20 de mayo era obligatorio realizar una fiesta cívica en cada plantel. En el acto organizado en la suya, varios alumnos declamaron poesías, entre ellos Camilo, quien recitó su poema preferido: Mi bandera, de Bonifacio Byrne.

No le era posible imaginar a aquel vivaz y enérgico niño, ni a quienes le rodeaban, que años más tarde la estrofa final de esa composición poética la utilizaría el 26 octubre de 1959 desde un balcón del antiguo Palacio Presidencial para arengar emocionado al pueblo en defensa de la patria amenazada, a escasas 48 horas de su desaparición física.

Conocido por su amplia sonrisa, era uno de esas personas de pueblo, cuyo carisma le permitía ganarse la simpatía incluso de los más recalcitrantes y cuyas bromas lograban divertir incluso a los más serios.

Pero, además, sus convicciones y su poder para convencer lo forjaron como uno de los líderes más queridos durante el proceso revolucionario que llevó a este país a su definitiva independencia en 1959, por eso, aquel pequeño infante convertido en eterno Comandante está a nuestro lado. Bajo la sombra de su sombrero alón seguimos millones de cubanos. (adm)

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