La cubana que fue a la Sierra a desafiarlo todo, la que estuvo entre los fusiles y las montañas nunca perdió la sensibilidad y la ternura, la dulzura de la mujer del pueblo.

Vilma Espín fue una digna santiaguera, de las que en la juventud asumió con firmeza la defensa de sus ideas y la justicia, y aportó al movimiento revolucionario que se gestaba su naturalidad, delicadeza, y valentía, sello inconfundible de las féminas cubanas.

La fiel amiga de Frank País estuvo en el alzamiento del 30 de noviembre, integrando las filas del Movimiento 26 de julio, desde el llano apoyaba, organizaba y recaudaba, en ayuda perenne a los guerrilleros, y más tarde, no dudó en incorporarse al Segundo Frente Oriental, con el nombre de su amigo asesinado por defender principios distintos a los de una sociedad desigual dirigida por un gobierno cruel y anticubano.

Al triunfo revolucionario, sus labores no cesaron, lo conquistado en la lucha merecía ser disfrutado por el pueblo. Vilma abriría un renacer en el pensamiento y la vida de las mujeres cubanas, primero como referente, y luego como voz guía en la idea de una sociedad igualitaria y justa.

Su labor creadora y capacitadora desafió arraigadas costumbres machistas que se sufrían, dotándonos de herramientas y vías para promover nuestros derechos.

Sin embargo, la luchadora clandestina, la guerrillera, la dirigente, fue capaz de llevar a la paz su rol de madre de cuatro hijos y esposa de quien junto a ella había escogido el camino de la libertad, aunque fuese el más sacrificado.

La esencia de Vilma prevalece como un eco de luz, se le recuerda al frente de la Federación de Mujeres Cubanas, organización que lleva con orgullo su impronta y su imagen, en una foto que recuerda los tiempos de lucha, y donde sonríe al frente a las mujeres cubanas. (BSH)

Maria Amalia Pérez

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *