Mayabeque, Cuba: Proteger a niños y adolescentes es un llamado reiterado por las autoridades sanitarias desde que la pandemia de la COVID-19 llegó al país.

Durante varios meses se mantuvo la idea en la población de que los niños no enfermaban y si lo hacían no llegaban a la gravedad, mito que se derrumba con el incremento sostenido de infectados en este grupo poblacional y que, a su vez, requieren de cuidados intensivos.

La jefa del Grupo Nacional de Pediatría del MINSAP, doctora Lissette del Rosario López González, advirtió que durante el primer rebrote unos 200 menores de edad contrajeron el SARS-CoV-2, en la segunda ola resultaron alrededor de 600 y en esta tercera sobrepasan los 18 mil pacientes.

“A mayor índice de transmisión hay un mayor riesgo de enfermar”, afirmó la experta, de ahí que el mensaje recurrente a la familia sea a no exponerlos fuera de los hogares y mantener normas de conducta y de bioseguridad adecuadas, porque el mayor porcentaje de los diagnosticados son contactos de casos confirmados.

López González, quien también es especialista en Medicina Intensiva Pediátrica y Medicina General Integral, sostuvo que aunque el protocolo de actuación sea robusto y efectivo, lo más importante es la prevención.

Mencionó que se debe tener un cuidado especial con los pacientes pediátricos vulnerables, entre ellos, cardiópatas, ventilados, bajo peso, diabéticos, obesos o con  enfermedades renales, hematológicas, oncológicas, pulmonares crónicas, genéticas y metabólicas, entre otras.

Ante cualquier síntoma los padres deben buscar ayuda especializada, pues los profesionales de la salud están preparados para realizar una evaluación integral del menor y definir el tratamiento en dependencia del vínculo epidemiológico y la sintomatología.

“A pesar de que el SARS-CoV-2 es un virus respiratorio, los niños y adolescentes pueden manifestar diarrea, vómitos y lesiones de piel; y la infección en algunos casos da origen a una neumonía severa y afectaciones cardiovasculares, que pudieran agravarse y hasta ocasionar la muerte”, insistió la doctora.

De igual forma, subrayó que una vez negativos no queda atrás el peligro de las complicaciones asociadas, además del daño psicológico, muchas veces la familia se ocupa de lo visible, es decir, los órganos, y las afectaciones psicológicas también repercuten en la calidad de vida.

Con relación a los lactantes, que si dependen íntegramente de los adultos, hay que extremar las medidas de protección en su manejo, mientras que los niños más grandes pueden involucrarse en el combate al virus, para que no se sientan como objetos de protección, sino que ellos son responsables y protagonistas de su propio cuidado y el de su familia, comentó.

La jefa del Grupo Nacional de Pediatría puntualizó que el nuevo código de vida lleva implícito amarse desde la distancia y mantener las medidas higiénicas y sanitarias ante el elevado contagio. (IVP)

Redacción digital

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