Maceo y Che: presente en la historia de la patria.

La cronología es solo otro motivo para que anden unidos por la historia, tan similares en espíritu y convicción. El 14 de junio de 1845 nació en la que es hoy la Calle Los Maceos, en Santiago de Cuba, el hijo de Marcos y Mariana, un mulato noble al que el coraje lo definiría siempre.

A solo dos días de comenzada la Guerra de los Diez Años Maceo se incorporó, identificado con la causa de la independencia, estaba dispuesto a dar la vida desde la primera batalla.

Escaló en grados militares en un período corto de tiempo, combatió intensamente desde los comienzos de la contienda. A lo largo de la guerra estableció no pocos combates al frente de las tropas mambisas, guiado por esa cualidad de líder que llevaba en la sangre indisolublemente mezclada al amor por la Patria y el deseo de la libertad.

El 15 de marzo de 1878, en Mangos de Baraguá, cuando el General Arsenio Martínez Campos osó proponerles el documento en el que se planteaba el fin de la guerra sin dar cumplimiento a las principales aspiraciones mambisas que habían motivado los comienzos, Maceo dio lecciones de intransigencia revolucionaria, oponiéndose firmemente al Pacto del Zanjón.

Al ansia liberadora del santiaguero parecía indomable, se mantuvo siempre a pie de guerra al precio de la vida. Por eso organizó y dirigió al lado de Martí y Gómez la Guerra del 95, a la que aportó la experiencia de un admirable estratega militar.

Maceo se lanzó en la Invasión a Occidente, desde Mangos de Baraguá hasta Pinar del Río, una proeza que dejaba claro el valor del hijo de Mariana.

Su cuerpo marcado por las cicatrices de la guerra, el de quien había participado en alrededor de 600 acciones combativas y aproximadamente de ellas, 200 combates mayores, estaba decidido a seguir hasta el último minuto.

El 7 de diciembre de 1896, un disparo fatal terminó con la vida de quien siempre sería recordado como el Titán de Bronce. Faltaban entonces 32 años para que en Rosario, Argentina, el 14 de junio de 1928, Celia de la Serna y Ernesto Guevara recibieran a su primogénito, alguien que se convertiría en médico como una de las manifestaciones de su deseo inagotable de hacer el bien, sobre todo a la sombra de la justicia.

El joven viajero asmático, desafiando la gravedad de la enfermedad que padecía, iba por la región conociendo y admirando la situación de los diferentes pueblos.

En México se incorporaría al grupo de cubanos dirigidos por Fidel que tenían planes concretos para la lucha en la Isla, con los cuales viajó en el pequeño yate Granma, que trajo hasta Cuba a 81 compañeros más.

Desde la llegada al territorio nacional le tocó enfrentarse a los más complejos combates en complicados terrenos. Aquel hombre con alma de doctor y guerrillero pelearía mano a mano con los cubanos, desarrollaría misiones cruciales y exitosas como la toma de Santa Clara, y una vez triunfó la Revolución, extendería una vez más sus brazos al servicio del pueblo de Cuba como dirigente.

Fue entonces Presidente del Banco Nacional de Cuba, y Ministro de Industrias del gobierno revolucionario, apegado al más alto compromiso moral.

Abandonó la Isla para seguir venciendo en nombre de la libertad de los pueblos oprimidos, lo hizo en el Congo y en Bolivia, donde hombres cobardes terminaron con la existencia de un ser excepcional e irrepetible, de un ejemplo intachable, de un internacionalista sacrificado y valeroso, de quien constituía un peligro para los imperialistas.

Entonces las historias confluyen, los ideales se funden y es fácil ver similitudes más allá de la fecha del nacimiento, Maceo y el Che representan lo más digno de nuestras luchas por ser el pueblo libre de hoy, va en ellos el verdadero sentido de la firmeza y la inquebrantable voluntad de vencer que nos acompaña. (BSH)

Maria Amalia Pérez

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