Vicente Vérez Bencomo, director General del Instituto Finlay de Vacunas.

Aquella noche de diciembre de 2020 el hombre le encargó su sueño más entrañable a la estrella que correteaba en el firmamento.

Acto seguido, otra estrella dibujó un halo resplandeciente en el manto negro de la noche y el científico no pudo menos, que suplicarle el mismo deseo que minutos antes gritara su corazón. No quería otra cosa, nada más le importaba.

Los astros consolaron al doctor en ciencias que, cegado por la pasión y el cansancio, encomendaba al firmamento un proyecto ya forjado por sus propias manos y que estaba a punto de brillar.

Vicente Vérez Bencomo, que es así como se llama el hombre de esta historia real, durmió poco aquella noche, y al amanecer siguió soldado al laboratorio y a los muchos brazos de otros científicos que, como él, solo tenían ojos y fuerzas para forjar una vacuna eficaz contra el coronavirus.

El 19 de junio de 2021 el Ingeniero Químico, director General del Instituto Finlay de Vacunas (IFV), en La Habana y principal autor de la vacuna contra la Haemophilus Influenza Tipo b, que tantas infecciones ha evitado a los niños de Cuba y de otras naciones del mundo, estaba por fin frente a las cámaras de la televisión para dar la gran noticia: ¡El candidato vacunal Soberana 02 (FINLAY FR-2) alcanzaba el 62 por ciento de eficacia!

Las lágrimas bañaban los ojos del hombre de 68 años y a través de aquel aguacero pasaron, como en una película fugaz, las caras de los hombres y mujeres que le acompañaron en su humana aventura, y también vi a Fidel, orgulloso, feliz.

Pero otro acontecimiento trascendental estaba por celebrarse en la islita bloqueada del científico Vérez Bencomo.

El 21 de junio de 2021 sus colegas del Centro de Ingeniería Genética y Biotecnología de Cuba (CIGB) le daban la patada a la lata: su candidato vacunal Abdala (CIGB-66) mostraba una eficacia del 92.28 por ciento.

La comunidad científica se quitó el sombrero en todos los confines del planeta.

Hasta los que erigieron muros, pusieron tropiezos y subestimaron a quienes llegaban a la meta empapados de sudor, pero con las batas y las botas puestas, reverenciaron a las vacunas cubanísimas.

Esta isla, con la soga al cuello, conquistó un resultado de renombre universal, porque Soberana 02 y Abdala representan la esperanza para la humanidad, y por sobre todas las cosas, para los pobres del mundo, como auguró el presidente Díaz-Canel.

Más que vacunas son guerreras invencibles que brillan con luz propia. Y nadie, ni el mismísimo imperio por mucho que lo intente, podrá ignorarlas. ¿Acaso se puede tapar el sol con un dedo? (BSH)

Marlene Caboverde Caballero

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