Los bajos rendimientos cañeros siguen caracterizando a buena parte de las unidades agrícolas de la provincia. Aunque no estamos entre los territorios de peores resultados en este indicador, lo alcanzado no es para contentarnos y sí para transformar el actual panorama.

En la anterior campaña se alcanzaron 45 toneladas por hectárea como promedio general, cifra que demuestra fehacientemente lo mucho que nos queda por hacer en un territorio que alcanzó en momentos anteriores el doble de esta cifra.

Hay entidades que apenas llegaron a las 32 toneladas no obstante ser excelentes conocedoras de este cultivo que plantan en sus tierras como principal renglón económico.

El tema ha sido ampliamente debatido en los encuentros del vicepresidente de la República, Salvador Valdés Mesa, con los cañeros de Mayabeque.

Para realizar zafras más eficientes y productivas hay que contar con mayores volúmenes de materia prima, tarea que recibe la máxima atención de la dirección del país, por lo que el azúcar representa en nuestras exportaciones.

Son diversos los factores que inciden en los actuales rendimientos cañeros: mala semilla, deficiente preparación de los suelos, ausencia de atenciones culturales, falta de insumos…

Estos son algunos de los males que aquejan los campos donde crece la planta más adaptada a las características de nuestros suelos que al decir de los expertos tal parece que aquí surgió.

En su Ensayo sobre el cultivo de la caña de azúcar, escrito en 1840 por don Álvaro Reynoso, el sabio alquizareño sentenció que en la macolla de la caña está la fábrica vegetal del azúcar.

“Las macollas que provienen de buena semilla ahíjan mejor, y en su oportunidad crecen más lozanas, resisten con más fuerza la acción de las sequías y otras circunstancias adversas”, apunta en su libro.

Orientó atender con prioridad la preparación de las tierras y velar por la cantidad de semilla necesaria para sembrar una extensión determinada de tierra.

Reafirmó en tal sentido que la elección de la semilla es un punto prominente; de sus circunstancias depende la suerte inmediata y futura del plantío de caña.

“La caña es planta de regadío, sentenció, es necesario entonces la frescura del terreno para realizar una buena siembra”. Hoy que las entidades agrícolas de Azcuba instalan modernos equipos de riego, los rendimientos por hectárea están llamados a multiplicarse, como ha solicitado el Vicepresidente de la República.

Reynoso plantea en su ensayo, con total vigencia, que las mejores siembras son de septiembre a diciembre, la llamada época de frío.

Pero va más allá en los detalles: llamó a estudios agroecológicos del terreno antes de cualquier operación agrícola, mantener los campos libres de malas hierbas, emplear un buen drenaje, respetar la distancia entre los surcos y entre las plantas, hacer una oportuna aplicación de los abonos.

Mucho tiene que hacer todavía don Álvaro Reynoso entre los cañeros para juntos cuidar una industria con siglos de historia, tradiciones, presente y futuro en la economía de una nación que la necesita. (BSH)

Alberto G. Walón

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