Como si no hubiera pasado el tiempo el pasado domingo 11 de julio rememoré aquel 5 de agosto de 1994, cuando Fidel con su coraza de vergüenza y verdad irrumpió entre la multitud, en La Habana Vieja, segundos antes enardecida.
A su paso todos se replegaban hacia los laterales de la calle y luego la mayoría se unía a la comitiva presidida por su figura impresionante. Es uno de los recuerdos más hermosos y enaltecedores que guardo en mi memoria.
Ni un solo disparo, cero represión y la Revolución quedaría incólume, más fuerte que nunca, otra vez su grandeza e imponía en aras de preservar el triunfo de enero.
Aquel domingo aciago, una vez más, nuestro presidente Miguel Díaz-Canel Bermúdez demostró por qué él es quien dirige hoy los destinos de Cuba.
Lo vimos allí firme, altivo, recordándole a todos que la calle es de los revolucionarios, de los buenos cubanos, de los que como él, dignos del ejemplo de sus predecesores, perdieron en muchos casos lo más preciado, la vida.
Hoy cuando se cumplen 27 años de los sucesos del llamado maleconazo y en medio del más complejo de los escenarios, se impone recordar al máximo líder de la Revolución Cubana y su legado en Miguel Díaz-Canel Bermúdez.
Los que amamos a la Revolución y a la Patria escuchamos de este último aquel domingo que fue como un eco en la historia, la reiteración de una orden que tiene como protagonista al proletariado, la única dictadura que aceptamos, ya está hace ya mucho dada y que es el principal mensaje de Nuestro Himno Nacional, esta no es otra que la llamada al combate, y con ella la única convicción que nos acompaña ¡Patria o Muerte Venceremos!. (BSH)
