Mayabeque, Cuba: Desde el inicio de la pandemia, más que una página, un libro de heroísmo se escribe en Cuba. Las letras para el recuerdo las ponen, sobre todo, los de las batas blancas. Una profesión basada en la entrega y el sacrificio se hizo la forma de salvarnos, multiplicando los esfuerzos.
Sin embargo, esos héroes no han estado solos, ni han sido los únicos. Se les ha sumado un ejército de almas buenas, de trabajadores, de soñadores, de valientes, de comprometidos, que dejan sus vidas en pausa fuera, para llegar hasta los centros de aislamiento y ayudar en cuanto es necesario.
Ese es el caso de Andrés, Ismaray, Yainet, Marleidys, Luis, Carlos Alberto y muchos otros. Asumieron como tarea de primer orden aquella batalla temible de entrar en la llamada zona roja, con tantos riesgos como miedos, pero decididos a darle guerra a un virus mortal, ayudando en cuanto les era posible, atendiendo, sirviendo comida, ofreciendo apoyo, limpiando y desinfectando.
La Covid 19 ha sacado lo mejor de muchas personas, y sin dudas los voluntarios forman parte de ese grupo, osados, alegres, firmes. Algunos tardaron en volver a sus hogares porque pasaron a ser pacientes contagiados, un hecho que les era posible y asumieron con valor. Incluso dar la vida es posibilidad para quienes cumplen a cabalidad la máxima martiana: “el deber de un hombre está allí donde es más útil”.