Fidel Castro era un hombre del siglo XXII o XXIII, creo que él le pedía a la humanidad mucho más de lo que esta podía responderle, recuerda el reconocido fotógrafo estadounidense Roberto Salas.
En declaraciones a Prensa Latina, Salas rememoró su permanencia junto al líder histórico de la Revolución cubana luego del triunfo de 1959, una etapa que enmarcaría su obra por los próximos años dentro de la denominada fotografía épica.
“Lo conocí cuando yo tenía 14 años en el Nueva York de 1955 porque el periodista Vicente Cubillas le hizo una entrevista para la revista Bohemia y mi padre (Osvaldo Salas, reconocido fotógrafo cubano) le sacó las fotos”, comentó.
Según investigaciones históricas, Fidel Castro y otros miembros del Movimiento 26 de julio se encontraban en Estados Unidos para realizar un recorrido por varias ciudades y reunirse con los cubanos en la emigración.
“Cuando él se va de Nueva York, yo me mantengo en comunicación con la gente que organiza actividades contra la dictadura de Cuba y comienzo a ayudar al viejo a tirar fotos, cargar maletas, lo que sea necesario”, recuerda.
De acuerdo con Salas, este vínculo se hace mayor con los años y en 1957 toma una foto que actualmente se considera la imagen más importante del Movimiento fuera de la isla.
Al joven estadounidense de padres cubanos le sorprende el triunfo revolucionario de 1959 y se enrola en su primer viaje a la isla el 2 de enero de ese mismo año.
“Me fui para el Palacio Presidencial, yo andaba con Manuel Urrutia que fue designado presidente provisional y en medio de la alegría, la confusión, el entusiasmo trato de sacar algunas instantáneas”.
Se reencontró con Fidel Castro y se convirtió en uno de los fotógrafos que acompañaron al líder en sus visitas a Venezuela, Estados Unidos y a países de América Latina durante ese primer año.
“Trabajé para el periódico Revolución principalmente, en 1960 inauguré con Francisco Portela la corresponsalía de Prensa Latina en Estados Unidos y acompañé a Fidel mientras estuvo en la Asamblea General de Naciones Unidas en ese año”, señaló.
Sus fotografías para la prensa caribeña le trajeron problemas con el Buró Federal de Investigaciones (FBI) debido a que, en teoría, él era un estadounidense empleado por el gobierno cubano.
“Había mucha presión y tensiones sobre mí, así que decidí irme para Miami y allí me metieron en un vuelo de Cubana de Aviación escondido en el baño”.
Salas no pudo regresar a su país natal hasta 1994 cuando prescribió el delito por el cual querían enjuiciarlo.
Como fotógrafo de los principales medios de prensa nacionales de la época, recuerda especialmente las imágenes que realizó de Fidel Castro en la Gran Piedra, Santiago de Cuba, en 1963.
“Además, le hice algunas fotos personales cuando fui con él en 1965 al Pico Turquino (oriente) como parte de una graduación de un contingente médico”.
En 1967 Salas viaja por primera vez a Vietnam como corresponsal de guerra, cuando termina su labor en el país asiático regresa a Cuba y se encuentra en varias oportunidades con el líder histórico.
“Fidel le tenía mucho respeto al viejo y así lo puso. Imagínate! Mi padre le hizo fotos cuando nadie lo conocía en la década de 1950”, acotó.
El fotógrafo lo recuerda como un hombre preocupado por los demás con una gran capacidad para retener pequeños detalles.
El intelectual cubano Rafael Acosta escribió en el último libro de Roberto Salas que sus imágenes sobre Fidel Castro también reflejan cuán solitario podía llegar a ser.
“Como me sentía relajado a su lado, trataba de captar la esencia de su personalidad. Mi opinión sobre Fidel Castro es la misma de cuando lo conocí: era un hombre del futuro con sensibilidad y memoria increíbles», enfatizó. (BSH)
Redacción Digital
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