Hoy hace 124 años de la explosión que destruyó el acorazado estadounidense Maine, pretexto que utilizó el imperialismo para intervenir en la guerra de independencia entre Cuba y España.

En el siniestro ocurrido un 15 de febrero de 1898  perecieron las tres cuartas partes de la tripulación unos 261 marines norteamericanos, pero la casi totalidad de los 26 oficiales se salvaron pues habían bajado a tierra.

La prensa amarilla de Estados Unidos de aquella época  justificaba la necesidad de una intervención militar en el conflicto y comenzó a acusar directamente a España de haber causado la explosión.

Esa campaña mediática llevó en pocos días a la buscada declaración de guerra a España en 1898, a la aprobación de la engañosa Declaración Conjunta y al inicio de la llamada guerra hispano-cubana-norteamericana, donde impidieron a los mambises entrar en Santiago de Cuba y se frustraron 30 años de lucha armada por la independencia.

A consecuencia de la explosión del Maine Cuba pasó de colonia de España a neocolonia de Estados Unidos cuya ocupación se prolongó hasta 1902.

En 1911, los restos del Maine fueron reflotados para rescatar los cuerpos de las víctimas y llevar cuatro millas mar afuera el casco del buque que obstruía la entrada del puerto habanero.

Estados Unidos nunca permitió que una comisión internacional inspeccionase los restos del barco. Pero en 1978 peritos norteamericanos, con el almirante H.G. Rickover al frente, tras revisar el informe publicaron un nuevo dictamen afirmando que la explosión fue accidental y producida desde el interior por combustión espontánea del carbón.

El Maine era quizá el mayor buque de guerra que jamás hubiera entrado en la bahía habanera. Fondeado en el centro de la ensenada, su aspecto era imponente.

La violenta explosión  que sufrió fue un pretexto imperialista que tuvo un solo objetivo: apoderarse de Cuba. (IVP)

Elsa Gómez Valle

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