Con la primera luz que doró la carretera, partieron. No eran simples electricistas; eran soldados de la luz, el contingente Juan Delgado de Mayabeque. Dejaban atrás el olor familiar para adentrarse en el paisaje herido del oriente, donde el huracán Melissa ha quebrado la electricidad.
En sus mochilas, junto a herramientas y cables, cargaban la urgencia de una misión sagrada. Sus manos, curtidas por el sol, ahora se alzarían para tejer de nuevo la red vital, para devolver esa anhelada corriente a intervalos y el frío a las neveras.
Cada poste que levanten será un monumento a la solidaridad. Cada cable que se tense, un hilo de esperanza. Van con la certeza del deber, a vencer las sombras con el escudo de su técnica y la grandeza de su oficio. Llevan consigo la savia de Mayabeque para injertar vida nueva en los tendidos caídos, lo que han repetido cada año, según ha sido necesario. Van a devolverle la luz a Cuba, y en cada bombillo que enciendan, brillará también el espíritu heroico y solidario de un pueblo que se une, o se funde, con los sentimientos o incluso como los metales, cuando la Patria llama. (rda)
