Ah, no penséis que su voz es un suspiro! Que tiene manos de sombra, y que es su mirada lenta gota lunar temblando de frío sobre una rosa. Su voz abre la piedra, y sus manos parten el hierro. Sus ojos llegan ardiendo a los bosques nocturnos; los negros bosques. Tocadle: Veréis que os quema. Dadle la mano: Veréis su mano abierta en que cabe Cuba como un encendido tomeguín de alas seguras en la tormenta. Miradlo: Veréis que su luz os ciega. Pero seguidlo en la noche: ¡Oh, por qué claros caminos su luz en la noche os lleva!
El más grande pensador de su tiempo supo desaparecer físicamente, pero no sucedió igual con su ideario que se mantiene presente, tal como demostraron en 1953 los jóvenes integrantes de la Generación del Centenario Martiano, quienes asumieron sus enseñanzas y para honrarlo dieron su vida, en lucha frontal contra la dictadura del tirano Fulgencio Batista.
El 16 de octubre de ese año, el joven Fidel Castro en el juicio por los sucesos del 26 de Julio, en su alegato de autodefensa aseveró que el autor intelectual del Moncada fue José Martí.
Martí desembarcó en Cuba el 11 de abril de 1895 y apenas cuatro días después ya era Mayor General. Su historial militar no era el de otros generales, sin embargo, su entrega y sacrificio en aras de ver a Cuba libre lo hacían merecedor de tan alto rango militar.
José Martí escribió asombrosos apuntes sobre tradiciones en los campos de la región oriental del país, primera y única vez que incursionaba por esta región montañosa cubana.
Testimonio fiel es el diario de campaña desde Cabo Haitiano hasta Dos Ríos, sitio de su caída en combate.
El 17 mayo de 1895 tiene como fecha final de sus anotaciones en las que describió la naturaleza de las montañas de Baracoa, Guantánamo y parte de la actual provincia Santiago de Cuba.
El 15 de abril de 1895 acontecería para la vida de José Martí un hecho significativo: en atención a los servicios desplegados en la preparación del nuevo conflicto bélico en Cuba, era ascendido al grado de Mayor General del Ejército Libertador.
Esa decisión, llevada a vías de hecho por Máximo Gómez Báez en su condición de General en Jefe, constituía suceso sin precedentes en la lucha recién iniciada.
La columna española que combatió en Dos Ríos estaba integrada por 800 soldados y la mandaba el coronel Ximénez de Sandoval.
Salió de Palma Soriano el 17 de mayo de 1895 para abastecer un fortín situado en Ventas de Casanova, no para perseguir ninguna fuerza cubana, como a veces se ha afirmado. Cumplida esa misión debía regresar a Palma.
Pero la noche del 18 recibió la confidencia de que más allá de Dos Ríos se encontraba una fuerza cubana con Máximo Gómez, Paquito Borrero, Masó y Martí.
Esto torció el rumbo de la historia. Sandoval decidió variar el destino y como consecuencia provocó el combate de Dos Ríos donde cayó José Martí.
Hasta el momento, las explicaciones de la acción han sido literarias.
Pero, para analizar un combate se necesita conocer el terreno donde se desarrolló. Los militares dicen: «El terreno es el dictador». Pero en el Dos Ríos actual nada recuerda lo que describen los testimonios.
Por ello, es necesario visualizar la zona como era en mil 895. El único punto de referencia conservado es donde cayó José Martí. Sobre este se colocó el Obelisco. El teniente del Ejército Nacional y topógrafo Rafael Lubían, en 1922, levantó croquis que situaba el lugar de la caída a 250 metros de la cerca lindero.
Analizando testimonios y documentos antiguos y las evidencias arqueológicas aportadas por Valentín Gutiérrez, el cartógrafo José María Camero realizó nuevos planos de la zona.
Cualquier polígono de prácticas militares tiene una superficie mayor. En su parte más extensa, el ancho no sobrepasa en demasía los 300 metros y su longitud se encuentra sobre los mil metros.
Era una finca dedicada a la cría de ganado, propiedad de José Rosalía Pacheco, un cubano veterano de la Guerra de los Diez Años. Sus límites estaban marcados por cercas de alambre, y en dirección norte se entraba por una talanquera, que fue donde se inició el combate.
Terreno llano, pero no despejado. Enmarañado, lo recuerdan los testimonios cubanos.
José Martí murió en combate el 19 de mayo de 1895 en Dos Ríos, en la zona oriental de Cuba.
Sus restos fueron sepultados cinco veces en lugares diferentes. El 20 de mayo, el cadáver fue arrojado en una fosa común, de cara a la tierra y debajo de un soldado español, en el cementerio de Remanganagua, en Santiago de Cuba.
El cuerpo fue exhumado, el 23 de mayo, por el doctor Pablo Valencia quien hizo la autopsia y lo embalsamó.
Días después, los restos fueron llevados en tren a Santiago de Cuba para enterrarlo en el nicho 134, en el cementerio de Santa Ifigenia.
En 1905, las galerías de nichos fueron demolidas por las condiciones sanitarias del cementerio y se levantó un templete en su honor, a cargo de José Boffill, inaugurado el 7 de diciembre de ese año.
En septiembre de 1947 tuvo lugar el cuarto entierro, al trasladar sus restos al Retablo de los Héroes, en el propio cementerio. En junio de mil 951 se extrajeron sus restos para iniciar los honores del quinto entierro, el 30 de junio, en el mausoleo en Santa Ifigenia.
La Revolución del 95 tuvo una pérdida invaluable el 19 de mayo, en Dos Ríos. Con la muerte del Maestro se perdió al ideólogo más radical del siglo diecinueve en Latinoamérica, y al estratega fundamental de la Revolución Cubana. (LHS)