Diez días después de iniciada la guerra de los 10 años, la ciudad de Bayamo pasó a ser cuartel general del naciente Ejército Libertador, bajo el mando de Carlos Manuel de Céspedes, Capitán General de la República en Armas.

El 12 de enero de 1869 un grupo de patriotas, encabezado por Pedro Figueredo, Perucho, autor de la letra de La Bayamesa, decidió prenderle fuego a sus hogares y así evitar que Blas Villate, Conde de Valmaseda y jefe de las tropas españolas, tomara la ciudad.

El licenciado don Pedro Maceo Infante, padre del patriota Francisco Maceo Osorio, inició el magno gesto dando fuego a su propia casa, donde tenía instalada su farmacia.

Este ejemplo se multiplicó por chozas, residencias iglesias, edificios públicos. Toda la ciudad ardía. Casi diez mil bayameses abandonaron la ciudad y se internaron en los montes.

Con gran dolor, abandonaron una localidad ardiendo y, poco después, reducida a cenizas casi totalmente, demostración de heroísmo y desprendimiento. De ahí el nombre que muchos le atribuyen: La ciudad antorcha.

Aquel gesto de perder todo cuanto poseían y luego asumir una vida precaria, demostró el lugar cimero donde muchos cubanos de la época colocaban a la patria y una expresión práctica de la forja de la nacionalidad cubana.

Este suceso todavía conmueve y se recuerda cada año por esta fecha, sobre todo en la bella urbe de Bayamo, Monumento Nacional, que no olvida sus raíces históricas y reedita la quema de la ciudad acontecida hace 152 años atrás, con múltiples actividades históricas y culturales desde los primeros días del mes de enero.

La quema de Bayamo es considerado un acto de alta trascendencia dentro de la historia de Cuba, prueba de que los cubanos estamos dispuestos a llevar hasta las últimas consecuencias la lucha por mantener nuestra independencia.

Isamary Valero Padrón

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