Día de África.

“LANZA CON PUNTA de hueso, tambor de cuero y madera: mi abuelo negro. Gorguera en el cuello ancho, gris armadura guerrera: mi abuelo blanco”.

Así habló Guillén de nuestro origen, fundido irremediablemente entre pieles distintas. Cuando del “ajiaco” cubano se habla, condimentado por muchas nacionalidades perdidas en el tiempo, familias de tantos rincones del mundo que dieron hijos a Cuba, y cuyos apellidos y descendencia enriquecen la mezcla fortuita que somos, África se levanta erguida como ingrediente fundamental. Bien la historia lo sabe.

Sobre las tablas de los barcos españoles vino aquel continente saqueado, encadenado y separado, generaciones y generaciones de africanos cruzaron el Atlántico durante no pocos siglos para trabajar en la colonia recién descubierta de este lado del mundo.

Para suerte nuestra, África no solo trajo el dolor de la carne marcada, y la pena de la vida esclava, sino también la riqueza de su cultura, la firmeza, la rebeldía, el amor a la libertad, el culto a su religión.

No pocos españoles radicados en esta isla del Caribe mantuvieron romances y aventuras con sus propias esclavas, y desde entonces es el mestizaje una característica muy de los cubanos.

Ya lo dice el refrán popular: aquí el que no tiene de congo tiene de carabalí. África pervive en lo más profundo de la cultura cubana, toques de tambores, santos y rumbas lo aseguran.

Aquellos mismos hombres y mujeres negros fueron nuestros primeros mambises, pelearon por la libertad de una tierra a la que se dieron en cuerpo y alma, con una herencia perdurable hasta nuestros días.

Sin embargo, esta Revolución de los humildes ha llevado a los cubanos a África en los momentos más tensos de su historia, no pocos hijos de esta tierra antillana cayeron en Angola con la dignidad de quien defiende una causa justa.

En todo momento desde el triunfo revolucionario, la solidaridad médica cubana ha escrito páginas de altruismo necesario en el continente africano, atendiendo, sanando y salvando a un pueblo históricamente explotado.

Contra el ébola y contra la Covid-19, en situaciones extremas ha sido la mano bondadosa de Cuba, un alivio sobre el hombro dolido de África.

Nuestros lazos de hermandad son con el tiempo más fuertes, sobre una raíz profunda y firme, Guillén también lo ha dicho: “Mirad mi escudo: tiene un baobad, tiene un rinoceronte y una lanza. Yo soy también el nieto, biznieto, tataranieto de un esclavo”. (BSH)

Maria Amalia Pérez

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