El cementerio Santa Ifigenia en Santiago de Cuba es un templo sagrado donde resalta el monumento erigido a Mariana Grajales, la madre de los cubanos.
Allí descansan sus restos, pero su ejemplo y temple están presentes en el sentir y actuar de todo el pueblo, en especial de las mujeres, dignas herederas de su legado.
Mariana trajo al mundo a valerosos hijos que entregaron su vida por la libertad, los Maceos, cuyas hazañas en la manigua engrandecen la historia de la nación.
Esa heroicidad no fue fruto de la casualidad sino herencia materna, enseñanza consciente de que el amor a la patria es el más sagrado deber de un ser humano.
Su vida puesta al servicio de la causa de la libertad, su espíritu de sacrificio, su compromiso con Cuba y su valentía probada, la convirtieron en la madre de los cubanos y en un paradigma para todas las mujeres.
José Martí quien veneró a Mariana Grajales y le profesó cariño sincero, escribió frases como: “la muerte no es verdad cuando se ha cumplido bien la obra de la vida” y esta mujer es ejemplo de ello.
En Santa Ifigenia hay un monumento para rendirle tributo de recordación, pero el verdadero homenaje a la madre de los cubanos es la defensa de la libertad y la soberanía.
Ese es el compromiso al que no renuncia un pueblo cubano, porque estamos hechos de la estirpe de valerosos y dignos patriotas, entre los que destaca Mariana Grajales. (YQR)