Se despedía el siglo XIX cuando se produjo el nacimiento de Rubén Martínez Villena, el 20 de diciembre de 1899, en el poblado de Alquízar.
El dominicano Máximo Gómez le anunciaría al pequeño: “Tu vida tendrá luz plena de mediodía” y el presagio se cumpliría.
En solo 35 años de vida el hijo pródigo de Alquizar rindió Montañas y estrellas como expresaría en el último verso de una de sus más conocidas composiciones, la que pudiera ser resumen y expresión de una vida dedicada a las nobles causas y a los más altos ideales.
Rindió montañas cuando en acto público protagonizó la protesta de los 13, contra la corrupción del gobierno de Zayas o cuando fundó la falange de acción cubana.
Rindió Montañas con su decisiva participación en la organización de la huelga general de agosto de 1933 contra machado a quien acertadamente llamó Asno con garras.
Pero también amasó estrellas con versos de significativa pujanza e intensidad por los que asoma a ratos una fina y mordaz ironía como la del conocido sainete póstumo.
La hermana de su entrañable amigo y revolucionario, Pablo de la Torriente Brau, al describir los últimos instantes de vida de Rubén, entre las dos y las cuatro de la madrugada del 16 de enero de 1934 diría:
“No hablaba con el dolor del que siente que la vida se le va, sino con la elocuente convicción del que sabe que el hombre pasa, las situaciones cambian y sólo queda, renovándose eternamente, el pueblo”.
Él fue claro y transparente y elevado al mismo tiempo para los exigentes de la serenidad creadora
La muerte precoz no pudo apagar el promisorio sol en los ojos de Villena, aquella mirada signada por el fuego y la pasión que impresionaría a Máximo Gómez, al subir a un tren en el que Rubén viajara con su padre, cuando era apenas un niño.
La luz de su pupila insomne no solo se recrea con el presente soñado sino que se proyecta imperecedera también en el porvenir. (IVP)