Contrario al vaticinio de algunos la noche vieja en Cuba estuvo a la altura de las  más arraigadas tradiciones de aquellos que vivimos, en esta isla destino de ciclones, de un verde olivo esperanzador y de una fe absoluta  en  que como dijera Julio Antonio Mella: “Todo tiempo futuro  tiene que ser mejor”. 

¿Que faltó en muchas mesas la gustada carne de cerdo ?…

Es verdad…, pero con esa extraordinaria cualidad  que nos ha  regalado la adversidad, en barrios como el mío desde muy temprano  en la mañana nos invadían los olores del pollo asado, aderezado con  el cariño, del anís y la canela de los dulces tradicionales  acompañados  de  los sueños que no nos van a arrebatar  los incrédulos  por mucho empeño que pongan en lograrlo.

Junto a la última cena en familia, del cubo de agua  lanzado con estrepito a la media noche, el muñecón que ardió  en el corazón del barrio, del paseo de algún que otro vecino con su vieja maleta hacia la cercana esquina, se festeja la felicidad y el júbilo.

 La víspera, fecha especial, tal vez más que otros años por las mismas circunstancias, nos embargaba la certeza de estar cerrando un ciclo  en el que no faltaron, a pesar de las estrecheces económicas, las victorias, como la proporcionada por nuestra Ciencia por la que  iniciamos el 2022 más inmunes y más felices, desafiando la mayor pandemia que conoce la humanidad.

Hoy, al amanecer, otro enero nos encontró fundando, amando, con nuevas metas, más optimismo, aferrados  a la dignidad que nos caracteriza, ¡Así se reta al futuro¡ con la fe de los vencederos , porque no olvidamos, o estamos muy claros de que un año muere para permitirnos vivir mejor. (IVP)

Olga Lidia Gómez Ramos

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