El coronel Juan Delgado González nació el 27 de diciembre de 1868 en la finca El Bosque, en el barrio de Beltrán, en Bejucal, antes La Habana, ahora Mayabeque. Era domingo, tradicionalmente señalado para el descanso en esta parte del mundo, pero en realidad el primer día, la jornada para iniciar obra, gloria, epopeya.
No sería el único simbolismo. Vino al mundo el mismo día en que otro obrero de la emancipación humana, el iniciador de aquellos 10 años tremendos de la gesta nacional, Carlos Manuel de Céspedes, firmaba en el Bayamo liberado el Decreto sobre la Esclavitud, donde consignaba literalmente que Cuba libre es incompatible con Cuba esclavista. Y sellaba el sueño al pie de su nombre: Patria y Libertad.
El futuro insurrecto era el mayor de los siete hijos del matrimonio que formaron Miguel Delgado González y Águeda González Blanco. Eran seis varones y una hembra. Al final de la contienda, solamente sobrevivieron Leonor y Miguel, el más pequeño. El día de su caída en desigual combate, el 23 de abril de 1898, murieron junto a él sus hermanos, el comandante Donato Julián y el capitán Lorenzo Ramón.
Fue una celada que el enemigo se cobró con un cruel ensañamiento. Juan Delgado González fue identificado solamente por la dentadura. Le arrancaron los ojos y le cortaron los órganos genitales. Llama la atención el odio y la brutalidad de la soldadesca colonial contra él, en momentos en que el Capitán General Ramón Blanco y Erenas extendía insistentemente un armisticio a los cubanos.
El historiador José Miguel Márquez Fariñas, ha convertido casi en un sentido de vida la reivindicación de ese hijo de Bejucal, cuya saga aparece unida a Santiago de las Vegas. El libro Entorno de un insigne mambí, publicado por la Editora Política, más que un esbozo biográfico, constituye una nueva carga a la manera del sujeto heroico, esta vez por la verdad histórica, contra las tergiversaciones.
No ha sido, evidentemente, una tarea sencilla. El autor ha tenido que desmontar falsedades, juicios que para muchos eran casi inamovibles, incuestionables, por venir de las Crónicas de la Guerra, del general José Miró Argenter, el jefe del Estado Mayor del Lugarteniente General Antonio Maceo Grajales. Recorre el libro el trabajo nada fácil de establecer la actitud de cada quien, en el combate de San Pedro de Punta Brava, pero sobre todo tras la infausta caída del Titán.
El entonces teniente coronel Juan Delgado González, fue en aquella jornada terrible el único jefe con una fuerza organizada, capaz de contrarrestar el sorpresivo asalto español, cuyas avanzadas casi llegan a la tienda donde reposaba Maceo. Luego de la muerte del General Antonio, casi todos los que lo acompañaban, incluidos los generales Miró Argenter y Pedro Díaz Molina, abandonaron el cadáver a su suerte.
Ahí vuelve a erguirse el jefe del Regimiento de Caballería de Santiago de las Vegas. Al frente de un reducido grupo de patriotas enfrentó a aquella jauría que desvalijaba a los caídos, pero que desconocía su identidad. El enemigo quedó desconcertado ante aquella reacción inesperada y tal vez inexplicable. No fue un hallazgo, como a veces se dice como para rebajar la acción, sino un rescate en toda la acepción de la palabra.
Aunque la guerra prosiguió su curso, la tragedia tuvo amargas consecuencias. Hubo gente que se desmoralizó y que se rindió. Los historiadores jamás han dejado de preguntarse qué habría ocurrido en el campo insurrecto si aquella tropa hispana se apodera de los cuerpos de Maceo y de Panchito (el hijo del General en Jefe), si los hubieran escarnecido y arrastrado por las calles, como humillante escarmiento contra la causa de la independencia. Juan Delgado González parece el oficial iluminado que comprendió el peligro devastador, y emprendió aquella carga que salvó a Cuba.
El historiador militar cubano, ya fallecido, Francisco Pérez Guzmán, reunió 46 versiones, cubanas y españolas, sobre el cataclismo de la tarde del lunes 7 de diciembre de 1896. Con transparencia y sin temor, el episodio aparece exacto en el libro del investigador y profesor cubano José Miguel Márquez Fariñas.
Como escribió el Apóstol, la eternidad se adelanta y nos sale al paso en la suerte del libro. Publicado en el 2014, Entorno de un insigne mambí consigue la relatoría necesaria a la memoria del hombre que llegó a la vida un domingo de tarea y de combate, contra la esclavitud, por la Patria y la libertad, en la palabra entera del Padre de los cubanos.