Mayabeque, Cuba: No es una simple exposición de arte, es la travesía en la intimidad del artista que convive con tres grandes pasiones: la pintura, la coctelería y la historia. Eso es “3 en Uno”, una charla en el bar imaginario construido sobre lienzos, aromas y recuerdos por el pintor Rogelxander Balmaseda Benítez.
La muestra, abierta al público desde el 7 de septiembre en la Galería de Arte de San José de las Lajas, reúne tres catálogos del también Vicepresidente de la Asociación de Cantineros de Cuba en Mayabeque: “Cocteles para un conde” dedicada a su pueblo natal, la Ciudad Condal de Jaruco; “Cantineros”, una alabanza a la figura del bartender cubano y a la vez suerte de homenaje a algunos de los grandes de ese mundo y la última de sus creaciones, una serie de 10 pinturas abstractas.
De modo, que si decides aceptar la invitación de Rogelxander te toparás a Sergio Serrano (El Chino), único Campeón Mundial de Cuba de Coctelería Clásica de la (IBA) Asociación Internacional de Bartenders, con la bebida que lo coronó: ” Adán y Eva”, y también, podrás observar en su ritual al primer Maestro Ronero cubano, José Navarro Campa, inventor del célebre Habana Club 7 años.
“Cócteles para un Conde” es parte del viaje que propone “3 en Uno”. Rogelxander atrapa entre rones y copas los encantos y la decadencia de su amadísimo Jaruco, encumbrado en la historiografía del país con el título de Ciudad Condal en 1770; en tanto, en su serie de abstractos combinó el pincel con algunos de los utensilios más usados en la coctelería para mostrar los matices de los diez cócteles emblemáticos de la isla: Cubalibre, Daiquirí, Presidente, Canchánchara…..
Hasta el 7 de octubre la muestra estará abierta al público. Pero la obra de Rogelxander puede apreciarse en murales de varios lugares de la provincia, y, además, en el Bar El Floridita de La Habana Vieja, el favorito de Hemingway. Al lugar acaba de donar una de las piezas de su colección “Cantineros”. Y muy pronto, quienes visiten el restaurante Piña de Plata en el corazón de la villa habanera, se deleitarán con las pinturas de este artista que ya comienzan a adornar sus salones.
En ese proyecto trabaja ahora el hombre que, a los 37 años de edad, parece haber vivido siglos por el áurea enigmática que desprenden sus cuadros, y quien insiste en llamarse y con orgullo, instructor de arte.
Esa simbiosis del pintor y el bartender es, me atrevo a asegurar, lo que le ha permitido entregar estas obras que encienden el alma y alegran la vida porque, sencillamente, pueden beberse como un daiquirí. (rda)