Esteban Pedro Rodríguez es de Bahía Honda, en Pinar del Río, pero hace casi una década se entregó a los brazos de la Planta de Minerales Gustavo Machín Hoed, de Jaruco, en Mayabeque.

Es un experto en las rocas, porque se hizo Técnico de Geología estrenándose en la búsqueda de cobre en las minas de Matahambre y luego arrancó a las entrañas de la tierra de la Isla de la Juventud, el caolín y el oro.

Es el Jefe de Producción de esta planta jaruqueña, donde su palabra guía, ordena y protege. Cuando exige, lo hace con respeto y cuando advierte prevalece su humildad y su sabiduría, por eso se le escucha y se le quiere.

Cada tramo del lugar tiene para este minero de 58 años de edad, un significado entrañable.

Por ejemplo, el horno de cal que lleva años rugiendo contra todos los pronósticos, es para él “un hombre viejo”, muy suyo, al cual admira por su espíritu de sobreviviente y porque en su armazón metálica habita la historia más hermosa de ese lugar, fundado por Fidel hace más de medio siglo.

Con su mirada de águila escudriña cada área de trabajo, día tras día, sin cansarse. Lo inspira la juventud que requiere de sus consejos, y las producciones, hoy más diversas, que le invitan a aprender sobre el proceso que transforma la resina, el talco y el caolín en pintura, y los áridos y el cemento, en elementos de pared.

Le cuesta trabajo desprenderse de la planta. Dice, que lo único que le falta es poner una cama en la oficina. En su casa, apostada a unos pocos metros de la Gustavo Machín, su cuerpo no reposa, ni el de Toby, su perro y fiel amigo, que también le avisa y lo previene.

Mantiene apuntados sus oídos al engranaje humano y mecánico que mueve la vida de su segundo hogar. Detecta en el aire si algo anda mal, si se paraliza la planta donde se hace la bentonita o si el horno de cal no ha echado a andar bien.

El padre, un chofer y la madre, simplemente una ama de casa. Juntos trajeron al mundo seis hijos a quienes poco material pudieron darles, pero en cambio les concedieron los dones del decoro y el amor al trabajo.

De ahí que todos se hicieron personas de bien y estudiaron hasta hacerse profesionales del magisterio, la salud, la geología.

De esas raíces vienen las virtudes de Esteban Pedro, un hombre que tiene el corazón en la mina, en el polvo, el calor y la hermosura de las rocas. Es orgullo en Cuba de un oficio que honra con conocimiento, valor, y tenacidad. (LHS)

Marlene Caboverde

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