Los habaneros de entonces recuerdan aquella tarde del 26 de octubre del agitado año de 1959 cuando más de un millón y medio de cubanos clamaban justicia en contra de la agresión extranjera en defensa de la soberanía nacional y en apoyo al gobierno revolucionario.
A las cuatro pasado meridiano comenzó el acto de reafirmación donde hicieron uso de la palabra Fidel Castro, Ernesto Che Guevara, Raúl Castro, Juan Almeida Bosque y especialmente Camilo Cienfuegos.
Se le recuerda entre la muchedumbre enardecida hacia la tribuna aledaña al ya en aquel entonces Palacio de la Revolución. El entusiasmo del pueblo acompañando su breve pero enardecida alocución interrumpida constantemente por sus vítores y sus aplausos.
Esta sería la última vez que Camilo Cienfuegos se dirigiría al pueblo de Cuba. Sus palabras hoy mantienen una vigencia extraordinaria. Parecen escritas en los difíciles momentos que vive la patria. “Sabemos que este pueblo cubano no se dejará confundir por campañas hechas por los enemigos de la Revolución”.
Sus palabras fueron la expresión de su fe inclaudicable en las generaciones que no conocería pero que ya vislumbraba merecedoras del regalo inigualable de la aurora del Primero de Enero y lleno de confianza se atrevió, sin miedo a equivocarse, a hablar en su nombre. “Para detener esta Revolución cubanísima tiene que morir un pueblo entero y si eso llegara a pasar serían una realidad los versos de Bonifacio Byrne: “Si desecha en menudos pedazos llega a ser mi bandera algún día, nuestros muertos alzando los brazos la sabrán defender todavía”.
En este recuerdo, y en todos los que guarda el pueblo cubano, cobra todo su significado la historia de Camilo. No solo por lo que hizo, no solo por sus heroicas proezas combativas, sino también por sus ideas, sus conceptos y sus propósitos profundamente revolucionarios.
La historia de hombres como el entonces joven Camilo marcan la ruta, el derrotero que en tiempos difíciles siguen los nuestros.
Camilo seguirá eternamente viviendo en el corazón de nuestro pueblo. (IVP)