Hoy la pandemia señorea por todo el país. Muchas son las vidas que cobra la terrible enfermedad. Las imágenes de pacientes pediátricos aquejados por la Covid-19 ponen en mí el dolor a flor de piel.

Recuerdo hace pocos días en recorrido por la Casa de Abuelos de Batabanó, la trabajadora social que atiende la institución de salud comentaba  que en ocasiones ha encontrado a abuelos en la calle, algo que alcanzó en ambas.

Desde el 14 de enero este grupo vulnerable, por indicaciones del Consejo de Defensa Municipal, recibe alimentos y medicamentos mediante servicio de mensajería para que estén en casa y así  cuidar de su salud y bienestar.

Pienso que la violación de este y otros protocolos en el enfrentamiento a la pandemia  constituye la principal causa de este rebrote y alguien a mi paso decía: “¿Será que le hemos perdido el miedo a la enfermedad?”

De veras no lo creo. Lo que si creo es que en muchos de los casos hemos sido irresponsables e indisciplinados porque continúan los besos, los abrazos, los apretones de manos, las fiestas, el uso incorrecto del nasobuco, niños y ancianos innecesariamente en las calles, gente vendiendo galletas y también vendiendo pandemia.

En testimonios de pacientes enfermos y recuperados del nuevo Coronavirus, hemos compartido lo difícil de la enfermedad, del tratamiento, de estar en centros de salud lejos de la familia y a veces entre la vida y la muerte.

Trabajemos duro como aconseja el Doctor Duran. Denunciemos lo mal hecho y pongámosle  freno. Desinfectemos las calles, los hogares, los centros de trabajo, usemos correctamente los medios de protección aún en casa. Mantengamos la distancia y saludémonos con la mirada y el corazón.  (IVP)

Yuliet Casanova La Rosa

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