Quizás porque nació  en el  entorno  guajiro de cañaverales  en el que el cortador  se enfrentaba  a una de las más duras labores del campo, tal vez porque su rebeldía  natural ante las injusticias y la explotación    le permitía  comprender mejor que nadie  el dolor del hombre del campo  en la república neocolonial  y el cacicazgo de las  trasnacionales estadounidenses  en las tierras más fértiles de Cuba, a lo mejor porque fue el campesino empobrecido de la Sierra Maestra  su mejor aliado.

Sería acaso porque sabía muy bien lo que significaba la agricultura  para un país como Cuba, la obra del Comandante está ligada a este sector y de ahí la proclamación de La Ley de Reforma Agraria, en aras de ponderar al campesino cubano.

Esta fue la más trascendental  de las medidas de la Revolución  en su primera etapa, planteada en el histórico programa del Moncada, pues benefició a más de cien mil familias campesinas y liquidó el latifundismo y el dominio imperialista  sobre nuestras tierras.

Hoy en medio de cada escenario productivo y del contexto económico  que vive el país, a 62 años de la firma de esta ley impulsada por Fidel Castro, se celebra con júbilo la fecha, pues es la actividad agrícola, importante generadora de alimentos para el pueblo y la primera trinchera estratégica  de la Revolución es protagonista el campesinado cubano. (BSH)

Olga Lidia Gómez Ramos

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