La historia de la ciencia cubana tiene al camagüeyano Carlos Juan Finlay, médico epidemiólogo, cuyo principal aporte mundial fue su explicación sobre el modo de transmisión de la fiebre amarilla, quien vivió entre los años 1833 y 1915.
Si bien durante veinte años su descubrimiento no fue tenido en cuenta por el mundo académico de la época, la teoría del Dr. Juan Finlay sobre el modo de trasmisión de la Fiebre Amarilla fue confirmada y llevando a la práctica lo aprendido por el científico cubano la compañía estadounidense, encargada de la construcción de la colosal obra del Canal de Panamá, pudo concluir el proyecto.
Desde las primeras décadas del siglo XIX, un buen número de médicos había descartado que la enfermedad se trasmitiese por contagio directo, es decir, por contacto con un enfermo o con sus secreciones, excreciones o pertenencias.
Predominaba la versión anticontagionista de este mal, la cual lo atribuía a ciertas condiciones del medio natural, algo así como efluvio contaminante.
El 14 de agosto de 1881, el científico cubano presentó ante la Real Academia habanera su trabajo. El mosquito hipotéticamente considerado como agente de transmisión de la fiebre amarilla.
Gracias a una serie de precisas deducciones, a partir de los hábitos de las diferentes especies de mosquitos existentes en La Habana, Finlay indicó correctamente que el agente trasmisor de la fiebre amarilla era la hembra de la especie de mosquito que hoy conocemos como Aedes Aegypti.
Tras su fallecimiento el 19 de agosto de 1915 José A. Finlay transcendió en la historia, acreedor de la gratitud universal, no solo por su trabajo en relación con la fiebre amarilla, sino porque también descubrió y solucionó el terrible problema del tétanos infantil. (BSH)