La sonrisa de Camilo Cienfuegos.

Mayabeque, Cuba: Cuando escucho el nombre de Camilo, antes de la sonoridad del Cienfuegos de su apellido evoco su sonrisa, esa que más que humanizarlo lo perpetuó siempre joven a la altura de sus escasos 27 años.

En mis días de infancia en el simbólico acto de tributo  de cada 28 de octubre, cuando amorosamente depositaba las  orquídeas, que mi abuela reservaba para la ocasión, en  el fondo de las aguas de la   playa cercana a la escuela, buscaba su sonrisa ancha y singular, al soldado  vestido de campaña, con  su barba distintiva  y coronado con  las amplias alas de su sombrero alón.

El joven guerrillero se convertía en símbolo. En el recuerdo del pueblo quedó como en sus fotografías, en las que jamás  desapareció la sonrisa, como la mayor grandeza de sus secretos de guerrero,  para calmar las amarguras en tiempos difíciles.

A su vida la matiza la leyenda  del  atrevido, enamorado, impulsivo, pero a la vez responsable, el revolucionario cabal, el que nunca se doblegó ante las vicisitudes del Granma, Alegría de Pío, las penurias de la Sierra, los peligros de la lucha, el Comandante que recorrió la isla de Oriente a Occidente con la luz de la victoria segura en su mirada.

Se cuenta que su simpatía y su carisma provocaba la risa diáfana del Che, amigo entrañable,  quien honraría ese sentimiento en el nombre que le pusiera a su primer hijo varón.

La batalla de Yaguajay  y la toma del campamento de Columbia en La Habana, le  inmortalizaron por siempre, como para venerar al hombre de cabellera lisa y  sombrero de anchas alas, al sublime rebelde de cuchillo atado a su cinturón, al hombre que llevó a Cuba en  su sonrisa.

Hoy sus proezas dignifican el honor del  pueblo, el que  reverencia al ilustre habanero, al señor de la vanguardia, el  que escaló  la cima de la inmortalidad, y  que cada 28 de octubre se glorifica  su nombre.  

Ante la evidente desaparición de Camilo, Fidel expresó: Hombres como Camilo Cienfuegos surgieron del pueblo y vivieron para el pueblo. Nuestra única compensación ante la pérdida de un compañero tan allegado a nosotros es saber que el pueblo de Cuba produce hombres como él. Camilo vive y vivirá en el pueblo.

El héroe de Yaguajay tuvo el final esotérico que su vida no fue, tenía 27 años el día de su desaparición.  

Ya no lo busco en el fondo de cualquier cristal de agua, lo encuentro a diario en estos  tiempos difíciles.

En medio del dilema que supone cualquier asunto de la cotidianeidad, estará siempre  el optimismo de Camilo y  su sonrisa amplia, bajo la sombra de las amplias alas de su sombreo coronando  su   perenne sonrisa. (YDG)

Olga Lidia Gómez Ramos

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