Ómnibus Diana

En el 47862373, aunque parezca raro, una voz amable saluda y responde mi pregunta. Es el número telefónico de la terminal, ubicada en San José de las Lajas. El ómnibus va a salir en tiempo. Respiro. A la hora señalada aparece la Diana, ni diosa romana, ni cazadora, sólo un pequeño ómnibus color verde manzana que rompió el maleficio del transporte público en Mayabeque y demostró que es posible recuperar la seriedad de un servicio por el cual nadie apostaba.

Estas guaguas, de reciente irrupción en el panorama local, circulan a toda hora por las estropeadas carreteras de la provincia y forman una eficaz red en tiempos de carencias, cuando los cercos externos acrecientan su furor y es impostergable inventar para salir afuera. Inventar, en el más honrado sentido de la palabra: innovar, buscar salidas, donde aparentemente no las hay.

Permiso, permiso…vamos, sigan avanzando señores…ruédense un poquito que todo el mundo quiere montar…las frases se agolpan dentro del reducido espacio de la Diana.

Una mulata me mira amenazante. Voy de pie a su lado. Ella sentada. Me despego de su hombro que rocé sin querer. Son los riesgos de un ómnibus repleto. La sobrecarga de pasajeros viola la cifra establecida de personas de pie. Pero, ¿quién deja abajo a nadie? El pasillo estrecho complica aún más la travesía y al chofer parece no importarle. Vamos apriétense caballero, atrás está vacío… ¿vacío? pregunta una señora. Ya aquí no cabe nadie, gritan desde el fondo, mientras la Diana sigue imperturbable.

Si algo es elogiable del trabajo realizado después de constituida la provincia de Mayabeque, hace ya nueve años, entre otras inversiones, es el mejoramiento del transporte público. No es un aplauso barato. Cada día aporta una experiencia diferente, hay jornadas mejores y peores. Pero, aún en medio de las carencias materiales y las austeras asignaciones de combustible, la realidad actual está muy distante de aquellos tiempos cuando casi teníamos a la botella, como única posibilidad de viajar por estos sitios.

Cuando desapareció la cooperativa no agropecuaria Sueño azul, efímero intento que llegó a convertirse en una verdadera pesadilla, la situación del sector en el territorio empeoró. Aquella idea naufragó entre deudas e inoperancias de todo tipo, principalmente económicas. Sin embargo, al sabor amargo del fallido experimento, sucedió, poco a poco, otra realidad para la cual fue necesario exorcizar más de un demonio.

La adquisición y puesta en funcionamiento de un parque de ómnibus ensamblados en el país, permitió asumir el reto de enlazar entre sí los once municipios de Mayabeque y además conectarlos con La Habana.

El chofer detiene la marcha, desciende y entra en una casa donde al parecer es conocido. El calor derrite. Oye dale que esto no es tuyo, dice alguien desde arriba…a duras penas enderezo un pie acalambrado, tropiezo con un saco que alguien logró colar bajo un asiento…por qué permiten subir bultos de este tipo en una guagua de pasajeros…me pregunto yo mismo sin respuesta. Todo debe estar sujeto a inspección, a chequeo, al control, sigo machacándome para mis adentros, mientras, al rato, la Diana vuelve a arrancar y enrumba a gran velocidad por la estrecha y agujereada carretera.

Gradualmente se logró la habitualidad, inherente al medio; el respeto a los horarios, cosa perdida; la concatenación entre los itinerarios de todas las terminales, para evitar coincidencias en un mismo tramo; un conglomerado de aspectos imprescindibles para devolver al sector la imagen dañada por tantos descalabros.

A pesar del aún precario confort de estos carros, de las indisciplinas (de los pasajeros y de las tripulaciones) hoy la historia es otra. El simple hecho de llamar por teléfono para preguntar si va a salir la guagua nos hace recuperar el asombro y es un signo más de que las apuestas por fortalecer y estabilizar el transporte en Mayabeque, por lo pronto, parecen haber dado en la diana.

Carlos Luis Molina Labrador

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