“No creo en los milagros”, lo declara absolutamente convencida quien confía más en la voz del corazón y en sus propias manos cuando es menester mejorar el mundo, la vida y la gente.
Así habla la muchacha de 23 años, la más joven entre los técnicos del laboratorio clínico en el Policlínico Docente Integral Noelio Capote, de Jaruco, en Mayabeque.
Aunque ella no renuncia por completo a la magia o lo divino, sí se niega a sentarse en la calabaza y esperar a que el hada madrina la convierta en carroza, más bien prefiere ocuparse en persona de ciertas cosas como, por ejemplo, realizar las pruebas rápidas de antígenos y que estas jueguen su papel en la guerra contra el coronavirus.
Sabe, que la cuestión es adelantarse a las formas graves de la enfermedad, ir tras su rastro y quitarle la máscara para lo cual es preciso, más que mirar al firmamento, echar mano de sus habilidades y entregarse a la faena del laboratorio.
Su pequeña Zona Roja se reduce a unos pocos metros cuadrados y fue habilitada hace poco en el propio Policlínico de la Ciudad Condal para aplicar, exclusivamente, ese tipo de diagnosticador.
La tarea de detectar en una simple muestra las proteínas que envuelven al virus SARS-CoV-2, es nueva para ella y sus colegas, pero todos entienden con absoluta claridad el alcance de una buena práctica, dice.
El laboratorio, su casa y la escuela: ese es el círculo que habita y recorre un día tras otro. Hacerse Licenciada es su meta más ambiciosa y es también una promesa al padre que ya no está, pero sigue siendo el viento que infla su vela.
Esta jovencita de Jaruco, que promete en el mundo del laboratorio clínico, detesta la derrota, el egoísmo y las falsas apariencias.
Todavía no ha descubierto todo su potencial y a veces duda de sus encantos, de su importancia y de las muchas recompensas que endulzarán su camino.
Se llama Yeileni Barceló Delgado y le tocó estrenar su bandera de sanitaria en un verdadero campo de batalla, sin embargo, tiene buenos instintos y una voluntad de hierro para matar la enfermedad del miedo.
Allá, en el fondo de sus ojos, hay una estrella sin que ella lo sospeche siquiera. En ese resplandor dormido alcanzo a verla convertida en una Licenciada de Laboratorio Clínico insaciable, incansable……, tal y como lo imagina.
Y será así, porque nació con un alma antigua y extraña y porque es, por sobre todas las cosas, tremendamente terca. De modo, que jamás dejará sus proyectos a la casualidad ni a los sortilegios. Yeileni quiere un bosque y se encargará ella misma de fecundarlo. (BSH)