Guillermo Elizalde Sotolongo, con solo 23 años acompañó a Fidel al asalto de la segunda fortaleza militar de Cuba, el 26 de julio de 1953. A pesar de sus méritos históricos, se considera el mismo guajirito de Nueva Paz, que un día fuera seleccionado para protagonizar esa hazaña.
Sus años infantiles los vivió en un pequeño pueblo de Vegas, en medio de una extrema miseria. Cuenta que estuvo todo un año descalzo y el día que almorzaba no comía y el que comía no almorzaba.
Su madre era ama de casa, el viejo trabajador agrícola y en tiempo muerto la situación se agravaba.
Su sentido de la justicia floreció en los campos y bateyes de Vegas y Nueva Paz. Tras el Golpe de Estado, en su municipio, se organizó un grupo de opositores al régimen dictatorial, entre ellos estaba: Guillermo Elizalde.
Un tiempo después, comenzaron los entrenamientos militares en la Universidad de La Habana, en las cercanías de Catalina de Güines y la Finca Santa Elena.
Elizalde no dejó morir al Apóstol, estaba incluido en la caravana de titanes que sembró con fuego su luz en el Moncada. Al producirse el hecho se baja de la máquina, Fidel trata de reagrupar la tropa, pero ya no había solución. Regresó a la Granjita Siboney en la máquina con Fidel. Allí se cambia de ropa y regresó junto a Genaro a Santiago de Cuba, tratando de salir para La Habana, pero al llegar el hotel fueron detenidos.
Luego, asistió al juicio de Fidel y fue puesto en libertad, regresando a la capital de todos los cubanos.
Estuvo entre los organizadores del plan de apoyo al Desembarco del Granma en coordinación con el grupo de San Nicolás y continúo desarrollando actividades.
Después del triunfo de la Revolución, entre otras labores, se integra a las Milicias Nacionales Revolucionarias. Trabajó como Coordinador del M-26-7 en su pueblo natal. (LHS)