Los intentos por derrocar a Nicolás Maduro, legítimo Presidente de Venezuela, crecen con el apoyo del gobierno de los Estados Unidos y de sus aliados en las Naciones Unidas. Washington intenta legalizar en el Consejo de Seguridad una agresión militar a la nación latinoamericana.
La búsqueda de justificaciones para oponerse al proceso bolivariano no es nueva, surgieron con la llegada a la presidencia de Hugo Chávez Frías, por decisión expresa del pueblo venezolano en las urnas. Desde entonces la impertinencia estadounidense no deja de obstaculizar la voluntad de una nación con el apoyo mayoritario del pueblo.
Ahora, de forma abierta e insolente, desde la Casa Blanca se pretende legalizar la agresión militar, como primer paso para lo que llaman intervención humanitaria, desconociendo e intentando derrocar al gobierno venezolano.
Sucesivas administraciones de Estados Unidos nunca dejaron de la mano el típico desprecio por los gobiernos progresistas de la región, siguen pensando en Latinoamérica como su patio trasero, viejas y nuevas doctrinas son utilizadas como cimientos de una política que nunca ocultó sus retorcidos intereses imperiales.
Apoyar la soberanía e integridad de Venezuela ha de ser la posición de los gobiernos verdaderamente democráticos, de los movimientos progresistas y de los pueblos que han sentido sobre sus hombros la mano interesada y tramoyista de quienes gustan llegar al poder mediante vías nauseabundas.
El gobierno cubano mantiene la posición de rechazo a las acciones injerencistas y anticonstitucionales de Estados Unidos contra Venezuela. El presidente Miguel Díaz Canel dejó claro el apoyo y la solidaridad con Nicolás Maduro ante los intentos imperialistas para desacreditar y desestabilizar a la Revolución Bolivariana.
Respaldar la integridad de Venezuela, respetar la decisión de la mayoría del pueblo y su legítimo gobierno, es ratificar los sueños de libertad y grandeza de Simón Bolívar y el pensamiento antiimperialista y Latinoamericanista de José Martí.
En la nación suramericana se concibió la idea de la unión de los pueblos de América, un principio que Martí defendió al empuñar su pluma libertaria para advertir lo que por estos tiempos urge: “Es la hora del recuento y de la marcha unida, y hemos de andar en cuadro apretado, como la plata en las raíces de los Andes”.(adm)