Celia Sánchez Manduley, la flor de la revolución

Mayabeque, Cuba: Celia Sánchez Manduley, su nombre es sinónimo de lucha, justicia bienestar, pueblo, amor. En ella se encerraban muchos valores para convertirse en una mujer que trasciende su época.

Sin ella, José Martí no estuviera en la cima del Turquino, monumento entre nubes que eterniza el compromiso de un pueblo con el legado inmenso de su Apóstol.

Su historia transita por la clandestinidad, por el desembarco del Granma. Cuando algunos querían reducir a la mujer casi a objeto decorativo, ella subió a la Sierra, empuñó un fusil, organizó un pelotón femenino, probó su valía y sus reservas.

Después del Triunfo se consagró a una labor de servicio: animó obras de gran impacto popular: escuelas, centros recreativos y culturales. Estaba comprometida con la utilidad y la belleza. Fue portadora de cientos de mensajes de la gente, de aspiraciones y necesidades, de sueños por los que luchó hasta el último día.

El 11 de enero de 1980 dejó de existir cuando todavía no había cumplido los sesenta años, cuando tenía mucho que hacer todavía por la Revolución y por el pueblo.

Celia fue inspiración, valiente, sensible, muchos la compraron con una flor, pero fue más, mucho más: árbol de profundas raíces que extendió sus ramas para bienestar de los demás.

Cuarenta años después de su adiós físico es ejemplo, continuidad, una mujer que nació para hacer de la sensibilidad y el amor acciones cotidianas. Para no hay ni habrá olvido.(adm)

Andy Duardo Martin

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